El nuevo curso político combina la rutina en Canarias de problemas enquistados con un escenario nacional explosivo: la justicia apunta a las puertas de La Moncloa, la Península arde en incendios y Canarias sigue atrapada en la inmigración, la vivienda y un presidente más pendiente del Open Arms que de su agenda autonómica.
Si bien, queridos amigos, parafraseando a Felix Rodríguez de la Fuente, el filósofo francés Émile-Auguste Chartier, conocido como Alain, dejó escrito: «Quien se siente satisfecho de su pensamiento, en el sentido de que no encuentra en él ningún fallo, es un estúpido». La frase parece hecha a medida para este septiembre político: gobernantes convencidos de que lo hacen bien, opositores seguros de que lo hacen mejor y el Reino de España que, al final, repite los mismos errores sin pausa ni corrección.
El curso político 2025 arranca con un paisaje que mezcla lo viejo con lo alarmantemente nuevo. En Canarias, como siempre, la libreta aparece en blanco: financiación autonómica, REF, inmigración, vivienda, sostenibilidad turística… todo sigue en el cajón de “pendientes”. Pero esta vez el contexto nacional convierte la vuelta de septiembre en un auténtico dron explosivo de esos que lanza Putin.
En Madrid, el curso no lo marca el Congreso, sino los tribunales. El año judicial comienza con un fiscal general del Estado procesado –ya acusado–, situación inédita e insólita que mina la autoridad de quien debería ser garante de la legalidad. Y el rey se sentará a su lado. Qué ejemplo majestad. A esto se suma el caso de Begoña Gómez: cinco investigaciones o imputaciones judiciales que afectan directamente a la esposa del presidente del Gobierno y que arrastran la estabilidad institucional a la cuerda floja. Con un Ejecutivo que se defiende atacando y una oposición que ya huele a elecciones anticipadas, pero eso, solo huele; tienen desodorante para rato. La política nacional se convierte en un campo de batalla judicial y mediático que, inevitablemente, salpica a Canarias, ahora que conocen más a su presidente, por eso de la migración y de su barco.
Mientras tanto, en el Archipiélago seguimos con nuestro particular guion. La crisis migratoria no da tregua: 2024 cerró con cifras récord y 2025 empieza igual o peor, con la UE mirando hacia otro lado y Madrid repitiendo promesas que se esfuman con el aire sahariano. Y ahí está Clavijo, convertido en activista puntual del Open Arms, mientras la red de acogida en las islas se desborda y los municipios piden recursos básicos. Pero eso da igual. Hay que ser solidario, menos con los tuyos.
El turismo continúa batiendo récords de visitantes, pero el acceso a la vivienda para los canarios se convierte ya en emergencia social. Cada cifra récord se celebra en las patronales como un gol en el descuento, mientras miles de canarios se resignan a alquileres imposibles y urbanizaciones de “coliving” para nómadas digitales. La paradoja de ser ricos en cifras y pobres en derechos se convierte en la asignatura obligatoria de cada legislatura.
La Península, además, vuelve a recordarnos que el cambio climático no es futuro, sino presente, palabra de Sánchez. Los incendios devastaron miles de hectáreas este verano, y Canarias, aunque no ardió esta vez, sabe que la amenaza es real. El Archipiélago sigue sin un plan integral de gestión forestal y energética; cuando llegue la chispa, lo único que habrá serán fotos con camisa remangada y promesas de prevención, a posteriori.
En el Parlamento autonómico, la coreografía es la de siempre: discursos sobre la autonomía, invocaciones al REF y la eterna queja a Madrid. Pero ni Madrid tiene cabeza para Canarias —ocupado en su propia tormenta judicial— ni las islas logran diseñar una agenda estratégica que vaya más allá del lamento ritual y el mantra de la inmigración o migración, como quieran ustedes.
El curso político se inaugura, con los ingredientes de siempre y con un contexto nacional que amenaza con arrastrarlo todo. Lo único claro es que Clavijo ha encontrado su asignatura favorita: el Open Arms. Lo demás —financiación, vivienda, migración real, sostenibilidad— sigue sin aprobarse.
El Archipiélago arranca septiembre igual que terminó junio: con la mochila llena de problemas, los deberes sin hacer y un profesor —Madrid— demasiado ocupado en los tribunales como para corregir nada. La única novedad es que este curso la política española no se examina en el Parlamento, sino en los juzgados. Y eso, para Canarias, no es un detalle menor: es la certeza de que seguiremos siendo la nota al pie en un temario cada vez más caótico.
Feliz septiembre, queridos.