El monje que vendió su Ferrari debió imaginar lo que se le venía encima con Sánchez en el poder, es posible que este monje se comprara un Peugeot y es posible que después lo cambiara por un Falcon, ¿quién sabe?

Lo cierto es que el panorama político ha sido testigo de la ascensión de Sánchez, quien, con su trayectoria desde el feudo de Dos Hermanas –donde estaba Toscano que le votaban hasta los del PP– hasta la presidencia del Gobierno, ha logrado que nos planteemos que sea mejor vivir subvencionado que del talento y esfuerzo. El sistema que ha creado premia la cercanía al poder en lugar del mérito individual y que el resto se divide en clase media que paga la mitad de sus ingresos en impuestos y la otra mitad ciudadanos subvencionados. Sánchez es, sin duda, un maestro en el manejo de las herramientas del poder. Ha colocado a sus personas de confianza en posiciones clave, ya están colonizados los tres poderes del Estado y hasta en el Banco de España, aunque falta un cura, si fuera poder hoy. Para que no se me olvide, incluso moldeando las leyes a su favor.

Un tipo muy hábil, un ejemplo de un sistema que privilegia a los más cercanos al poder sobre los ciudadanos comunes que trabajan duro para progresar. Aunque la frustración crece. El ciudadano o ciudadana, normal y corriente como ud o como yo, se nos queda cara de tonto a las diez cuando observamos el día a día, mirando cómo entran con el mínimo esfuerzo y por la vía rápida otros y otras, unos apoyados por sus contactos, otros con las subvenciones que le ofrecen sus amiguetes. Aunque tú te callas y tragas, porque un cuñado, primo, hermano, sobrino… ha entrado y ahora es asesor, diputado, Director General o algo así. Y a ti algo te caerá.

En este reino de España, como en muchas otras democracias, el mérito a menudo parece quedar en segundo plano cuando el poder de la política entra en juego. Aquellos que han logrado alcanzar sus sueños a base de esfuerzo personal, sin conexiones políticas ni ayudas externas, se enfrentan a un sistema que, en apariencia, recompensa a los que mejor se mueven en los círculos de influencia. Esta frustración se agrava cuando vemos que, mientras algunos prosperan a la sombra de las subvenciones y los favores, otros se ven atrapados en una maraña de impuestos y obligaciones que hacen que trabajar sea una lucha contra el propio statu quo del Estado.

Hay un creciente número de cargos públicos, asesores y, en definitiva, de funcionarios, muchos de los cuales deben su posición no a su esfuerzo sino a la cercanía con el poder político. Esto contrasta con la figura del emprendedor o del ciudadano trabajador, que siente que le arrebatan parte de su éxito para redistribuirlo, a veces de manera ineficaz o injusta. Pero, ¿es este realmente el panorama que enfrentamos? Este descontento no me lo planteo hacia una figura política en concreto ni a una siglas, sino hacia la clase política, independientemente de ideologías.

No obstante, la sensación de que estamos atrapados en una sociedad donde las oportunidades dependen de la cercanía al poder es cada vez más palpable. Muchos ven en las figura de Sánchez una representación de este sistema, donde el talento político parece prevalecer sobre el talento individual y emprendedor.

Las ideas de emprendimiento y esfuerzo personal chocan contra una estructura que parece castigar, en lugar de premiar, a aquellos que intentan abrirse camino por sí mismos. Les planteo a mis nietos una dicotomía: adaptarse al sistema y jugar según sus reglas, o mantener su independencia y arriesgarse a quedar fuera del juego.

Me ha tocado vivir en una sociedad donde disentir y mostrar desacuerdo puede llevar a la estigmatización si tu opinión no encaja con el discurso dominante. Este fenómeno, más allá de la política, afecta a la libertad de expresión y al debate democrático, pilares fundamentales de cualquier sociedad libre.

En esta sociedad el esfuerzo y el mérito no son los factores decisivos para el éxito. El sistema actual recompensa más las conexiones políticas que el talento individual. La respuesta, como siempre, dependerá de cómo los ciudadanos, con sus votos y su participación, decidan moldear el futuro del país. Sin embargo, lo que parece claro es que el descontento con el statu quo está más presente que nunca.

LOS LUNES CON JUAN INURRA – Periódico EL DÍA
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