Me dice el editor que acorte mis artículos, que como nadie lee, lo leen menos. Que son “mu” extensos o largos. Yo le respondo que tengo muchas cosas que contar. Y cuando me pongo, no paro. Pero le hago caso. Mis disculpas. Así que hoy intento uno corto. Eso que te dicen tres minutos de lectura y es que vivimos en la época en donde poco queda para que llegue el día que cuando pidas un café te respondan: “Su dosis de café diaria esta completada”. País hemos construido, donde ahora toca el rearme militar y criminalizar a los que pactan con Vox y no pasa nada con los que lo hacen con Bildu, ¿verdad, Ángel Víctor? Que ese partido es chachi, aunque jaleen que asesinaron a tus compañeros. Y suma y sigue. Lo que pasa es que hay quienes nacen con estrella y quienes nacen estrellados. Quienes nacen con cuna y sin ella. Quienes nacen con lápiz y sin él. Y quienes nacen con vergüenza y sin ella. Y luego está Sánchez, el sanchismo y entre otros muchos Cándido Conde-Pumpido, que nació con una escalera mecánica directa al poder, como todos los que le lamen la bota al gran gurú, donde ha demostrado que no hay cloaca lo suficientemente profunda como para no poder hacer de ella un jacuzzi de privilegios. Ojo que poco queda para reinventar los números, donde convencido nos dirá que uno y uno no suman dos.
Lo último en su brillante carrera como mamporrero jurídico del sanchismo es el indulto encubierto a los saqueadores de los ERE, ese modesto atraco de casi 680 millones de euros que el PSOE andaluz administró con la precisión de un Robin Hood inverso: apropiarse de lo que se apropiaron para dárselo a los suyos. Pero claro, la Audiencia de Sevilla ha tenido la osadía de cuestionar semejante hazaña, y ahora pregunta al Tribunal de Justicia de la UE si esto de convertir el Constitucional en una lavandería de corrupción es legal, pues estos magistrados aún no han entrado en el rodillo del sanchismo, y parecen que propugnan eso de que son independientes y sometidos únicamente al imperio de la ley. Qué desconsiderados, estos magistrados, seguro serán de ultraderecha, ¿verdad, Bolaños? con lo bien que estaba quedando el montaje.
Si Maurice Joly, escritor satírico y abogado francés, ¿os suena?, levantara la cabeza, actualizaría su manual sobre el arte de trepar con un capítulo entero sobre Conde-Pumpido. Si quieres llegar lejos en política, decía Joly, entre otras cosas que ya os contaré, más vale tener ambición que aptitud. Y aquí tenemos al alumno aventajado: primero, hombre de Zapatero; luego, fiel escudero de Sánchez. Siempre con el benefactor de turno, no sea que la escalera se convierta en tobogán. Es el arte de trepar y no despeñarse. Que pasa en todos los partidos, en el PP ni os cuento, pero ese ahora ni gobierna ni está haciendo su tarea.
No en vano, Conde-Pumpido ha conseguido en seis meses de presidencia en el Constitucional lo que otros no hicieron en seis años: fulminar más sentencias del Supremo que un autócrata con sobredosis de decretos. Siempre, por supuesto, en auxilio del Gobierno, no sea que a alguien le entre la absurda idea de que el Poder Judicial debe ser independiente, con él eso no va. Recuerden que el Constitucional no es poder judicial y sus funciones están muy claras en la Constitución y en su ley orgánica, ojo entre ellas no está administrar justicia. Enmendarla parece que sí. Lo que me parece a mí que el Constitucional se ha convertido en un taller de chapa y pintura bajo la tutela del sanchismo. Como la Fiscalía General, el Constitucional no se percibe como el tribunal de garantías constitucionales que era, sino más bien como el túnel de lavado del sanchismo. Si tienes una condena por corrupción, terrorismo o cualquier otro “desliz”, pásate por el “Conde Wash & Go”, donde tu historial quedará más impoluto que la conciencia de un miembro de las maras salvadoreñas.
Pero no nos llevemos a engaño: esto no es más que un ensayo general. Si han conseguido que los ERE sean cosa del pasado con una votación de 7 a 4 (gracias a una ponente condecorada por Griñán y tres magistrados que llevan más tiempo en el PSOE que en la judicatura), imaginen lo que se avecina con la amnistía de Puigdemont y más cosas. Las que yo presento en el Constitucional, no; de mi han pasado cada vez que he acudido.
Y luego está Montesquieu y Maquiavelo y como los combinó Joly, el que nombre antes. ¿Separación de poderes? No, gracias. Antes de que a alguien le dé por recordar que este Reino de España es (o era) un Estado de Derecho, conviene tener en cuenta la hoja de ruta de este golpe institucional con toga. Primero, el Constitucional decide que puede pasarse por donde amargan los pepinos las competencias del Tribunal Supremo y el trabajo de Marchena, entre otros. Luego, se erige en tribunal de casación y decide qué delitos existen y cuáles no. Y finalmente, si la cosa se pone fea, siempre se puede tirar de reinterpretar la Constitución como si fuera la Esteban hablando de Shakespeare. Todo muy simbólico, como ver a un pirómano impartiendo un curso de prevención de incendios.
El plan final: Sánchez, emperador vitalicio, como Napoleón III. Si a estas alturas alguien cree que esto va de indultos y amnistías, que se lo haga mirar. Lo que se está construyendo aquí es un modelo donde el Ejecutivo se funde con el Legislativo y el Judicial y donde el único principio rector es lo que le venga bien a Sánchez.
Ya lo avisó el magistrado Manuel Aragón cuando denunció los estados de alarma inconstitucionales: el modelo que se está imponiendo es una “dictadura constitucional”. Un bonito oxímoron que en realidad no es más que la resurrección del viejo truco de Carl Schmitt: desmontar la democracia desde dentro con una legalidad hecha a medida. Ahora va por los jueces, regulará cómo entrarán en el poder judicial o fiscal, quién los prepara y cómo. Así que opositores, a sacarse el carnet del “soe”, cuando tomen posesión lo rompen, porque por ahora no pueden pertenecer a partidos políticos, a asociaciones por ahora sí.
Mientras tanto, en la Audiencia de Sevilla aún quedan jueces que osan recordar que la ley es algo más que un chicle que se estira al gusto del gobierno de turno. Son los que han tenido el atrevimiento de preguntar a Europa si todo este chanchullo es compatible con el Estado de Derecho. No sabemos qué responderá el TJUE, pero lo que está claro es que, en España, con los gatos que deben vigilar el Estado de Derecho, los ratones se comen tu queso y se hartan de gambas, bailan, se van de fiesta con señoritas y hasta a otros países. Mientras tú pagas.
LOS LUNES CON JUAN INURRIA