El pasado viernes coincidí en el aeropuerto con algunos amigos y conocidos que acudían en calidad de invitados al Congreso del PSOE en Sevilla. Resulta que la delegación de Canarias, encabezada por Ángel Víctor, podía invitar hasta a 100 personas. Me comentaron que lo de mover la cabecita, como esos perritos de plástico con muelle que adornaban los salpicaderos de los Seat 1500 en los años 70, aplaudir, poner caritas, evitar cualquier crítica al amado líder y culpar de todo a los bulos y a la ultraderecha lo habían aprendido bien gracias al manual de lavado de cerebro que les habían dado, junto con un curso, antes de conformar su asistencia, y que todos habían aprobado. Algunos y algunas discreparon y suspendieron, y no van. Adiós al jamón y pescaito frito. En definitiva, uno de ellos en off y verificando que no lo oyera nadie – como en Corea del Norte- me espetó; Juan, tú me conoces y es que no tengo más remedio que ir, vio de esto y es que vamos a un circo donde los leones aplauden al domador mientras este nos enseña el látigo.
Según nos quieren hacer creer, todo es un bulo de la ultraderecha, y con eso se acaba el debate. La fe ciega en su líder supremo, Pedro Sánchez, convierte cualquier escándalo en un “acto de odio facho” y transforma a sus incondicionales en héroes de una resistencia imaginaria. ¿Corrupción? No existe: son inventos, bulos, o la famosa máquina del fango, que parece haberse quedado atascada en Paiporta. No existe ni el hermano, ni la mujer del líder, ni Don Alvarone, ni Koldo, ni Ábalos, ni…todo es un invento o un golpe de estado contra Sánchez como dice su mayor animadora, la Ministra Montero.
Allí no solo están los invitados al Congreso —como en cualquier congreso político, quede claro—, sino también los que pagan la cuota anual para disfrutar del buffet libre del poder: alcaldes, concejales, asesores y otros cargos, con acompañantes incluidos. Esa militancia “informada”, con el bolsillo bien engrasado, lo traga todo, desde los cuentos del Sanchismo – es que es mu guapo- escucho decir a ellas, hasta las andanzas de su familia, las de Sánchez, dignas de una tragicomedia costumbrista.
En los Congresos Federales, donde todo se organiza como un ritual, lo primero que hacen es mirar las tarjetas colgadas al cuello para saber de dónde procedes. Eso sí, la dignidad la cuelgan en la percha de la entrada, como los abrigos en las discotecas antiguas, cuando aún existía el frío, digo yo. Pero no pasa nada, porque tienen bien aprendido el manual: una mezcla entre catecismo y hoja parroquial donde cabe todo, excepto la autocrítica.
Al final, Pedro Sánchez se levantó victorioso —esto me lo estoy inventando, que escribo antes de que acabe el Congreso, tengo que entregar la hoja antes del lunes—, como un torero que recibe aplausos por matar a un toro ya muerto. “Y aquí, todos quietitos o desaparece el carguito.” Aunque, no nos engañemos, esto ocurre en todos los partidos políticos; solo que algunos disimulan mejor que otros.
En este congreso, sin duda, se habrá hablado de “Lobezno”, como lo llama mi amigo Arturo refiriéndose a Juan Lobato. El mismo que ha sido defendido por Emiliano García-Page, chef ocasional de frases con doble fondo, describiéndolo como “una persona de enorme valía”. A falta de mejores argumentos, el manchego sacó brillo a esta joya que el PSOE ha decidido mandar a fundir.
Por supuesto, como buen comentarista político, dejó claro que no tiene ni idea de lo que está pasando. Todo lo que sabe, lo conoce por los titulares de prensa. Pero, ¿quién necesita datos cuando se puede hablar con “fundamento”? Y si el fundamento flaquea, siempre queda apelar al drama: “Estamos quemando capital político a destajo”. Pues claro, el que no hace lo que dice el líder es botado del barco sin miramientos. Es la aniquilación del discrepante.
Pues eso, inmóviles todos, que en este juego de tronos políticos no hay margen para la libertad de movimientos y mucho menos de autocrítica.
En resumen, hablando en términos culinarios, ahora que tenemos más estrellas Michelin, lo que pasa en la política patria es que los cocineros están demasiado ocupados apagando incendios en la cocina como para elaborar buenos platos.
LOS LUNES CON JUAN INURRA – Periódico EL DÍA