España arde, literalmente. Y, como siempre, no arde sola: arde acompañada de un coro de políticos declarando que nadie podía preverlo. Claro, los fuegos del verano son tan inesperados como la cabalgata de Reyes el 5 de enero. Nadie sospecha nada.
La Fiscalía de Medio Ambiente, harta ya de discursos de humo, ha decidido preguntar lo obvio: ¿había planes de prevención en los ayuntamientos? Porque, aunque la Ley de Montes lleva dos décadas diciendo que deben existir, resulta que en muchos municipios los planes son como los unicornios: todo el mundo habla de ellos, pero nadie los ha visto.
Cada verano, España se repite a sí misma como un mal chiste: miles de hectáreas calcinadas, pueblos enteros desalojados, vecinos que ven cómo se esfuma lo que construyeron con décadas de esfuerzo. Y lo más doloroso es que ya no hablamos solo de la fuerza del fuego, sino del abandono sistemático del mundo rural. Pero verán que la Fiscalía lo repara.
Porque sí, los incendios tienen llamas, pero también tienen raíces: políticas que han vaciado el campo, que lo han convertido en postal para turistas y en laboratorio de burocracia. Y ahora la Fiscalía investigara si la oleada de incendios se debe a la ausencia de planes de prevención en los ayuntamientos. Manda…
Mientras, las aldeas agonizan sin servicios, sin médicos, sin transporte y sin relevo generacional, la política ha decidido engordar otra criatura: la burocracia. La política actual, tan enamorada de su ingeniería social, ha preferido multiplicar reglamentos, licencias y trámites en lugar de limpiar montes o reforzar brigadas forestales. Usar el tú más e imbecilidades en las redes sociales. Estos días he escuchado de todo. Pero, ¿dónde se formaron estos políticos? Unos diciendo que otra es pirómana por opinar y otros que bronceado estaba fulano de tal. Ustedes son imbéciles.
Resultado, si un vecino quiere desbrozar su finca se encuentra con más papeles que maleza; pero cuando llega el incendio, ni papeles ni brigadas: solo el silencio administrativo… y las llamas, junto de la visita de los políticos y el rey –cuando lo dejan– y abrazos con presentaciones varias, foto y no pasa na, prometer ayudas y esas cosas.
El mundo rural está vacío de personas pero lleno de sellos, firmas digitales, informes y consejerías. Y la paradoja es cruel: cuanto más lejos queda un pueblo de la capital, más cerca está del fuego.
Lo de este verano es otro catálogo de absurdos. Castilla y León, Galicia, Comunidad Valenciana… hectáreas calcinadas mientras las administraciones discutían si el incendio era de nivel 2 o de nivel 3, si debía pedir ayuda la autonomía o esperar al Gobierno central, del cual cada vez queda menos.
El filósofo Camus hablaba del absurdo de la vida; en España hemos perfeccionado el concepto: el absurdo competencial. Aquí, el fuego corre y los políticos debaten sobre el reglamento, con la misma pasión con la que Heráclito hablaba de que todo fluye… menos las competencias la efectividad y la solución. Ya, ya…todo lo calman diciendo que habrá ayudas. ¿Qué se lo pregunten a los de La Palma? o a los de la dana.
En Canarias ya lo sabemos bien: los incendios recurrentes y el volcán de La Palma demostraron que la improvisación es la norma y la previsión, la excepción. Pero no es un problema insular: es el mismo mal que asola toda España. Naturaleza desatada frente a instituciones paralizadas entre su burocracia y su color político.
La diferencia es que, mientras el fuego y la lava arrasan pueblos, la política arrasa paciencia. Que es lo primero que se pierde cuando mas se necesita, pero es que ya esta bien.
Me cuenta el hijo de Manu, que vive en Alemania, que el Estado Federal coordina de verdad, con criterios claros y una lealtad institucional que aquí suena a broma. Nosotros hemos convertido la Bundestreue en “Bundes-cachondeo”.
Pensar que la Constitución necesita un ajuste en su reparto de competencias es evidente. No solo en eso, en más temas. Pero sobre todo necesitamos una política que mire al campo como algo más que un decorado de feria medieval y platos para algunos listos. El monte necesita prevención, inversión y manos que trabajen. No necesita más informes en PDF ni discursos sobre sostenibilidad con fondo de Power Point. Hay que oír a ganaderos y agricultores. Lo que esta en tu mesa sale de ahí.
España arde porque el campo está vacío, porque la burocracia lo ha ocupado todo y porque se ha confundido proteger la naturaleza con empapelar a los agricultores y ganaderos. Y es que en esta España o en este reino –como pone en los hidroaviones– hay muchos políticos que están como los trenes, quiero decir, con un retraso importante. Pero ojo, no todo es malo, se avecina la extinción de una especie; el político que conocemos. El que promete reformas desde la sombra fresca de un despacho con su ejército de asesores que regulan y legislan el mundo rural sin haberlo trabajado jamás.
Así que participemos en el cambio, pues, como cantaba Pablo Guerrero al final del franquismo “Pero, ¿quién nos ata?..tiene que llover, tiene que llover, a cantaros…”