Pues ya está. El rey Felipe VI no tuvo ni un día de vacaciones verdaderas: arrancó de donde estaba, lanzó un par de llamadas de buena conciencia a los presidentes autonómicos y, zas, volvemos a Madrid nos hacemos fotos con los bomberos de la UME y mostramos preocupación institucional. Todo muy digno, lleno de solemnidad y aplausos ad hoc.
Claro que, puestos a hablar de solemnidad, conviene recordar que mientras unos apagan fuegos de verdad, otros no paran de visualizar dramas y gente desesperada, que pasan de ellas mientras culpan a las competencias institucionales, tu más, no que tú más. Que el competente para apagarlo eres tú, Comunidad, no que lo eres tú, Estado. Y, mientras tanto, los ciudadanos y ciudadanas apagando el fuego. ¿para qué están todos estos políticos e instituciones? Se lo contaría ahora a ustedes, pero lo dejo para otro artículo, que hoy tengo que coger un vuelo y esto lo estoy escribiendo desde el aeropuerto.
En fin, no es un fenómeno nuevo esto de interrumpir la agenda, esta vez la de las vacaciones. El patrón, el rey, “espera” a que Sánchez mueva ficha para salir a escena. ¿Volcán de La Palma? Espera. ¿La dana de Valencia ? Espera. ¿El incendio de Tenerife de 2023, con 15.000 desalojados y medio norte de la isla ardiendo? También espera. Primero se mueve el Gobierno, luego el rey aparece a saludar, como si la idea hubiese sido de La Zarzuela.
Nos venden una coreografía realmente pulida: “Felipe llaman, Felipe vuelve, Felipe visita bases, Felipe se preocupa.” Pero detrás… un escenario bien montado con mucho postureo, y con el mensaje claro de “aquí está el jefe del Estado”. ¿De qué Estado?
Mientras tanto, la UME está hasta el gorro: 3.400 efectivos desplegados, apoyados por decenas de aeronaves del Ejército del Aire y del Ejército de Tierra, para intentar sofocar una oleada ígnea que está arrasando la península. Lo mismo que hicieron aquí en La Palma, cuando la lava se lo llevó todo, o en Tenerife, cuando los pilotos de helicópteros se jugaban la vida tirando cubas de agua sobre montes en llamas. Aquellos sí que no necesitaban posar para saber lo que era sudar.
Ah, y no nos olvidemos del corte dramático: el Gobierno también ha interrumpido sus vacaciones. Sánchez salta desde Lanzarote, cuando la carnicería climática ya le pisa los talones. Y, claro, entonces se ve obligado —o “movilizado”— a ponerse serio. Y buscar un culpable. El cambio climático. ¿Se lo preguntamos a los dinosaurios?
Y como la guinda que nunca falta, el recordatorio constitucional: el rey no puede moverse sin el refrendo del Gobierno. Vamos, que ni para aparecer en una catástrofe puede decidir solo. Es un rey con correa, y Sánchez lleva la cadena. Triste espectáculo, si lo piensas: en medio del fuego real, el monarca se convierte en figurante. Una pena.
Ahora toca prometer y ofrecer ayudas. Como en La Palma. Chiquito cuento.