En mitad del ruido, la erosión democrática y los jueces “chivatos”, solo queda una esperanza: que el Poder Judicial aguante. Que no se doblegue. Que no se venda. Que no se calle.
España – o lo que queda– no atraviesa un simple momento político complicado. Lo que vivimos es una demolición controlada —aunque no tan controlada— de las bases del Estado de Derecho. Se cuestiona a los fiscales cuando no obedecen, se acosa a los jueces cuando no callan y se manipulan los procedimientos cuando no convienen. Se legisla a medida del político que toque, se pacta con tránsfugas como si fueran héroes nacionales, y se llama «lawfare» a todo lo que huela a responsabilidad penal.
Y, sin embargo, aún queda una barrera. Una última institución que resiste, por ahora, al derrumbe moral y jurídico de España: el Poder Judicial. Pese a los chivatos.
Sí, ese Poder Judicial al que llevan años intentando domesticar, purgar, asfixiar y someter. Ese que es tachado de “franquista” cuando aplica el Código Penal, y de “conspirador” cuando recuerda que los indultos no limpian los delitos. Ese Poder Judicial que, aun con sus defectos —y con algún que otro chivato interno con ansias de obedecer más al poder que a la ley— se mantiene en pie. Como el último bastión que no se ha dejado tomar.
No se trata de idealizar a los jueces, ni a las juezas. Los dioses me libren. Sabemos que también hay egos, banderías y hasta algún que otro afán de protagonismo mediático. Mucho tonto, progre, pijo, elitista…los que lo son por vocación y los que lo son por imposición parental. Pero mientras la política se ha convertido en una tómbola de cargos a dedo, la judicatura sigue siendo —a pesar de la LO 1/2025, de los retrasos intolerables y de las presiones mediáticas— un lugar donde la ley aún importa. Y eso, en estos tiempos, ya es casi una heroicidad.
Frente al asalto permanente a la legalidad, el juez o jueza de instrucción que abre una investigación incómoda es un héroe. El magistrado que dicta una sentencia que sabe que será usada en su contra, es un resistente. El fiscal que no traga con el argumentario del día, es….bueno ese es la leche, un superhéroe.
Decir esto hoy no es fácil. Significa nadar contra la corriente, aceptar la etiqueta de reaccionario, y asumir el descrédito planificado desde los púlpitos del poder. Pero, a estas alturas, ¿quién quiere quedar bien con quien ha decidido arrasar con las reglas del juego?
Por eso este artículo no es una crítica más, sino un llamamiento. A los jueces, fiscales, letrados de la Administración de Justicia, a todos los que aún creen en su toga, su función y su deber: no nos dejen. Aunque nos caigan mal, no nos dejen.
Sigan. Resistan. No se rindan.
Hay miles de ciudadanos que los miran a ustedes con esperanza. Que no necesitan discursos altisonantes, sino resoluciones valientes. De los hombres y mujeres que forman el poder judicial. Que entienden que el Estado no se salva con más decretos, más intervencionismo, ni con más pactos oscuros, sino con jueces independientes, inamovibles, imparciales y firmes. Y sometidos únicamente al imperio de la ley.
Así que, por favor, que no nos dejen, que no se callen, que no se dobleguen. Que el Consejo General del Poder Judicial les dé su apoyo y amparo, pero sin entregar las llaves a los fontaneros de turno.
Porque, si ustedes caen, ya no quedará nadie.