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Somos mosquitos ante una lámpara

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Estamos faltos de alegría, ese es el motivo por el cual se adelanta la Navidad. El espíritu navideño ha crecido tanto que espera que los niños se sienten en los pupitres de sus colegios en septiembre para ya en octubre aparezca de la mano de su cuñado Halloween. El espíritu se asoma con el primer abeto –de plástico chino– y las primeras bolas –también de plástico chino–. Me pregunto cuánto tardaremos en celebrar –aquí también– ese ñoño día de acción de gracias. Al tiempo. Por ahora que los pavos estén vigilantes.

Sigamos. ¿Saben cuál es el termómetro navideño? El termómetro navideño, olvídense que es ese árbol gigante que plantan en noviembre para que los políticos se fotografíen y qué chachi que son. Comportamiento que repiten el día del alumbrado navideño. Salen a mezclarse con el pueblo y acuñar portadas en diarios digitales y periódicos impresos. Y ya no digamos del chachismo ilustrado de sus caretos en redes sociales. Qué magada.

Bueno, centrándonos en el termómetro, y es que en agosto ya están colocando los turrones en Mercadoña y eso da un poco de miedo. Te hace sentir que el tiempo te adelanta, por la izquierda y por la derecha. Te estás escurriendo el agua de la piscina o el mar y sacudiendo la arena de la playa, cuando ya están anunciándote el décimo de la lotería navidad en agosto. Manda narices. O huevos, como diría el memorable Federico Trillo.

Es que mi amigo Andrés –que regenta el restaurante con las mejores vistas y trato de toda Canarias– me cuenta que todo empezó con el décimo de lotería de la Navidad. Que te lo anuncian en agosto. Y es culpa del Gobierno –esto también es culpa de Sánchez–, ya todo se adelanta. Y por su culpa vivimos más deprisa y por su culpa tiene que comprar regalos de Reyes en eso que llaman el blakfriday. Regalos que llegan caducados el día 6 de enero y sin garantía. ¡Juan! «Si le compro unos tenis a mi nieto de 4 años ahora que me lo meten por los ojos que están más barato, que hay menos gente, que corra para que no se acaben. Me están creando una ansiedad y me obligan a salir pitando para que no se agoten. Y cuando llega el 6 de enero al niño no le entran, le ha crecido el pie seguro». «O quizás ya han pasado de moda. Y me engañan de que está más barato.»

Y es que mi amigo Andrés tiene razón. Además, el 99% de las bajadas en los precios no son reales, según la OCU, incluso llega a decir que en algunos comercios pagas más ese día, que nos mandan a todos a comprar, ese viernes negro. Salgan, compren, gasten. Dirigen tu voluntad, en eso también. Luego si te paras a pensar, concluirás que no es para tanto y tú vas a comprar cuando te de la real gana. Incluso la policía te alerta de los grandes timos y prácticas de algunas empresas, como subir los precios justo unos días antes del viernes negro –inflarlos, vamos–, para bajarlo el día que te indican con miles de señales que hay que comprar. Y es que incluso hay una página en internet que puede verificar las ofertas para que no te engañen. O si lo hacen te engañen menos. Y es que ese día, también, pasamos a ser mosquitos ante una gran lámpara.

Tanto adelanto es un despropósito. O quizás una distracción para que nos sintamos más felices, que eso es lo que nos trae la Navidad ¿no? Más felicidad, más familiaridad, más amiguismo, más llevarnos bien, en suma, en navidad lo olvidamos todo. Es una amnistía natural, nos amnistiamos de cualquier problema que uno tenga con el otro.

Las luces y todos esos jaleos nos suben esa hormona que se llama dopamina y ¡ala! todos tan felices y contentos, que no pasa nada. Y es que la velocidad con la que esta sociedad nos obliga a vivir se alía con el cambio en el clima. La navidad nos la venden con nieve y para eso las temperaturas deben ser bajas y es lo único que no lo hace. La temperatura.

LOS LUNES CON JUAN INURRA – Periódico EL DÍA
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