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Pensamiento desamparado

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Hoy el pensamiento está desamparado. Y si este es crítico, vas directo al infierno. Es cada vez más frecuente que cuando se opina en contra de la manada te manden a la hoguera. Eso le pasó esta semana al magnífico futbolista Alfonso Pérez –estuvo en el Real Madrid y también en el Real Betis– por atreverse a opinar y comparar fútbol femenino y masculino. Pero chacho, cómo tienes valor. Parece que hasta le retiraron su nombre del campo del Getafe. ¡Toma ya!

Y es que opinar hoy es de valientes. Antes de mostrar tu opinión te debes asegurar que le agradará a las minorías que mandan. Porque hoy hagas lo que hagas de seguro toparás con algún tipo de sensibilidad que hasta te puede arruinar la vida. Y es que los que opinamos distinto a la manada parece ser que disponemos de cohetes para escapar del fin del mundo como adelantó estos días la vicepresidenta en funciones, Sra. Yolanda Díaz. Y es que, como escribiría D. Arturo Pérez-Reverte, «en España no cabe un tonto más».

Hay algunos que opinan y no le rechistan. Lean lo que viene. Resulta que los grandes dirigentes de la política europea se han reunido en un lugar fantástico esta semana. Granada. Y se han dejado un montón de perras en la ciudad, entre personal, banquetes, visitas, compras… etc. etc. Y también nos han dejado claro los dirigentes de Polonia y Hungría que asistieron al ágape que no hay acuerdo sobre inmigración. Que con ellos no cuenten. Claro clarinete –como diría mi amigo Ricardo–, así que el Sr. Victor Orban, primer ministro de Hungría, lo dijo sin tapujos –con esas expresiones de los que se sienten libres–, espetó que no hay ninguna posibilidad a ningún tipo de acuerdo sobre inmigración. Políticamente es imposible –dijo– y añadió: «Porque políticamente somos violados, porque si te violan legalmente te obligan a aceptar algo que no te gusta.» Nadie le rechistó. Misma palabra que usó Ibarra, y la que le cayó.

Mientras escuchaba estas palabras por la radio recibí una llamada de uno de mis colaboradores. Tenía que ir de inmediato a Los Cristianos para asistir a inmigrantes. No paraban de llegar procedentes de la isla de El Hierro. Y aquí no pasa nada. Qué tiene que ocurrir para dejar la comodidad de los discursos y pasar a la acción. Las respuestas de los políticos llegarán rezagadas y las consecuencias costará aceptarlas dada la torpeza tangible en ofrecer soluciones.

Me cuesta mucho aceptarlo subjetivamente, pero estamos en un punto sin retorno. Qué ha afectado al núcleo más profundo de las relaciones entre nosotros.

Ya no me sorprende nada –vivir mutilado del factor sorpresa no es bueno–. No me sorprende que se utilicen leyes que han creado enormes desigualdades entre ciudadanos y ciudadanas, para así conseguir un puesto en la administración. Conseguir una paguita. Conseguir beneficios sociales. Conseguir al fin y al cabo. No me sorprende que algunos animales tengan más derechos que mis semejantes. No me sorprende que los que insultan usando los foros públicos se sientan víctimas cuando un ciudadano le pregunte. No me sorprende que el odio se haya instalado en la sociedad. No me sorprende que las buenas prácticas y la buenas maneras hayan desaparecido. No me sorprende que la Justicia no funcione. No me sorprende que tengan que eliminar oposiciones porque eran muy difíciles. No me sorprende que se molesten cuando pides por favor y con un «perdón» previo que te sirvan un café y encima en una cafetería. No me sorprende que se molesten porque molesto. No me sorprende que un jugador de fútbol laureado por opinar lo hayan mandado a la hoguera. No me sorprende que por hablar te dejen mudo. No me sorprende que el paro haya subido en 19.768 personas en este septiembre. No me sorprende que los pájaros sean los que estén disparando a las escopetas. No me sorprende que las pulgas hoy sean las dueñas del perro. Ya no me sorprende.

Lo que me sorprende es que aún sigamos soportando la subida de los precios, la subida de la vivienda. La subida de los intereses hipotecarios. El vacío y la incompetencia de la administración –sea la que sea– de servicios públicos vacíos –por el café, con el desayuno, con los días particulares, con el teletrabajo, con una baja sin cubrir, porque tienen que atender a todos los que llegan–. Me sorprende que siguen los atascos. Me sorprende que el colegio profesional al que pertenezco no se haya pronunciado con la que está cayendo. Me sorprenden que me estén vendiendo los arboles de navidad y turrones en septiembre. Me sorprende que estemos consumiendo papas de Israel. Me sorprende que me lean. Aun así, mil gracias.

LOS LUNES CON JUAN INURRA – Periódico EL DÍA
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