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Opinar y no callar

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Escribe José Carlos Ruiz que «tenemos la obligación moral de pensar y de hacerlo lo mejor que podamos» y yo, además, le añado: también la obligación de opinar y no callar.

Esta semana escuché a otro antiguo dirigente del PSOE, esta vez Francisco Vázquez, decir que lo que está pasando en el PSOE ahora es lo que pasó en el año 34, tanto orgánica como ideológicamente, casi nada. Esa contundencia me generó inquietud y algo de preocupación. Me vino a la memoria mi abuelo materno, excombatiente de la Guerra Civilm como el paternom y también me vino a la cabeza mi padre, felipista por los cuatro costados.

Y es que en España estamos viviendo una época terrible. El Gobierno da repuntes de que usará lo que corresponda para influir, si es necesario, sobre el Tribunal Constitucional para el asunto de la amnistía espuria y contentar a los líderes separatistas catalanes, y Sánchez está a punto de romper impunemente la unidad territorial española, para así mantenerse en el poder. Casi nadie decía nada, pero es que, sorprendentemente, algunos ya dejan de ser palmeros y están dejando de aplaudir. Aunque parezca mentira se han puesto coloraos por eso de la vergüenza ajena y empiezan a practicar eso de opinar. Valientes.

Y sobre la opinión y los que la publican, me han contado que hay una lucha interna con la terrible amenaza de que pierdan prebendas algunos medios de comunicación patrios de este país, un medio en concreto, está ahora anulando a sus profesionales, aquellos discrepantes. Que se lo pregunten a Cebrián, cuyo artículo desapareció de la planilla de entrada de su periódico como por arte de magia y parece ser que apareció después. Vaya censura; cuando no nos dejan opinar, mal va la cosa.

Lo que toca es ponerse detrás de Sánchez asentir y aplaudir, el palmero tiene su puesto asegurado –por ahora- el que discrepa u opina se va de la foto. Por mucho que intente convencernos otra palmera de este nuevo socialismo de que eso no es así; nos quieren tomar otra vez por bobos y es que en el sanchismo el que estornuda se cae de la foto, no digamos el que se mueva. Que se lo digan a Nicolás Redondo, al que fulminaron el pasado jueves. Y es que la cosa empieza a teñirse de oscuro y, sobre todo, cuando practicas la opinión y dices lo que piensas; como discrepes con el todopoderoso, adiós.

Ante este panorama, uno no puede más que estar preocupado. Las libertades en España, en general, incluida la de expresión, han experimentado un descenso abismal. No se debería confiar en un Gobierno en subasta y mucho menos en medios de comunicación a sueldo.

Existe una gran contestación por parte de dirigentes consagrados del PSOE y sus personas más decentes se han puesto a comentar en voz alta la deriva del partido que contribuyó a la Transición y a que todos y todas nos sintiéramos iguales ante la Ley. Hasta Felipe González dijo que le costó votar por el partido por el que ha dado tantos años de su vida; Alfonso Guerra ha puesto a Sánchez a caer de un burro; y Almunia, Leguina, Redondo Terreros y Corcuera, más de lo mismo. Este PSOE es un esqueleto sin moral, a cuyos dirigentes les da igual aferrarse, incluso, a los terroristas y secesionistas para seguir en el poder a cualquier precio.

España es una caricatura de sí misma, y el pesimismo de Ortega, aquel de los años difíciles y crueles, no es ni siquiera comparable al que siente la población española cabal. Desde luego, no lo sienten quienes se colocan una venda, se tapan la nariz y los oídos para votar a un inconsciente presidente en funciones que nos lleva al caos y el enfrentamiento entre españoles, que ya inició Zapatero.

Pero no hay mal que mil años dure, ni cuerpo que lo resista. Quiero creer que caerá, como caen todos los césares, sean los descarados latinoamericanos, sean los agazapados. Es cuestión de tiempo.

Sánchez, por su actuar, entiendo que no posee factores inhibitorios del descaro. Está borracho de poder y cree que lo puede manejar todo a su antojo. Lo de Nicolás Redondo este pasado jueves es de traca, es que como discrepes con el gurú, a la calle, y te quedas sin prebendas, sin carguito, sin paga y pasas a ser uno más. La Historia está repleta de este tipo de comportamientos y cómo acaban ellos y sus los palmeros. Que se le cuenten a los que aplaudieron a Rubiales.

LOS LUNES CON JUAN INURRA – Periódico EL DÍA
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