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Los lunes con Juan Inurria 10-07-23

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Recientemente se han publicado noticias donde se habla de la condena a una periodista a dos años de prisión. Los periodistas, asociaciones y alrededores están alarmados. No les falta razón. Aunque en mi opinión deben estar tranquilos, esto se corrige por el Tribunal en segunda instancia.

Resulta que en el 2018 fue asesinada en un pueblo de Huelva una joven profesora y esto dio lugar a un gran revuelo mediático –no podía ser de otra manera– y procesalmente hablando dio lugar a unas diligencias previas que fueron declaradas secretas al inicio por el instructor de la causa. Es decir, que el papeleo del juzgado que investigó esta brutalidad el juez o Jueza encargado de investigarlo consideró que había que dictar el auto y declararlo secreto mientras se llevaban a cabo las tareas propias de la investigación; declaraciones, informes periciales, inspecciones oculares, etc… y después y antes del juicio oral levantó el secreto, que visto desde mi óptica profesional, es algo normal y habitual en la práctica diaria, el que declaren secreto las diligencias previas y que no den acceso ni a los abogados de las partes, solo al fiscal. Tengan en cuenta que en el caso que nos ocupa incluso en la celebración del juicio, la familia de la víctima pidió que fuera a puerta cerrada y así fue. Pero parece ser que durante todo ese calvario judicial, ese secreto no fue tanto y que salían a la luz con cierta frecuencia y se publicaban noticias con datos e información de las actuaciones y escribían de la víctima más de lo que se debe. Y esto a la familia no le gustó, no le agradó, no lo tragó –pónganse ustedes queridos lectores por un momento en el lugar de ellos– y esta familia inició acciones en defensa del honor y de la intimidad de la finada, en concreto contra dos periodistas aunque luego resultó condenada solo una por revelación de secreto. Y esta condena la hace suya hoy el periodismo patrio en general y será objeto de estudio en facultades, o al menos lo aconsejo.

Así que para ir al grano, a la periodista se le ponía en sus manos actuaciones de las diligencias judiciales, llamada previas. Vaya a saber usted quién se las pasaba, y ahora poco importa si estaban declaradas secretas o no, ya que de los «filtradores» no se habla en la Sentencia y ellos no son relevantes en el comportamiento enjuiciado. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Es evidente que alguien se las pasaba y por supuesto alguien que disponía de acceso directo a las actuaciones, lo que ocurre que acertadamente la condenada se amparó en el «secreto profesional» para no revelar sus fuentes. Este comportamiento o «praxis» –en términos más propio de mi gremio– es muy habitual. Lo que ocurre es que ahora y después de leer esta sentencia entiendo que muchos profesionales del periodismo estén «acojonados».

Para muchos esta sentencia es alarmante ya que indica el camino que conduciría al funeral de la libertad de prensa, libertad que por otro lado ha sido amordazada por primera vez en esta época de libertad –que a mí me conste– condenando a dos años de prisión a una periodista por ejercer su trabajo, de una forma más o menos ética, pero su trabajo.

Sentencia que ha sido dictada por la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Huelva, la que preside una señoría ilustrísima cercana a una asociación progresista –me ha contado un compañero–; lo escribo para incidir en la independencia judicial, pues la presidenta de la sección tercera junto con sus dos compañeros magistrados también han considerado que hay elementos suficientes que avalan la condena y usando la técnica de ponderación, han considerado que prevalece la protección a la intimidad de la víctima frente a la libertad de expresión.

No obstante, esta sentencia no es firme y ha sido recurrida ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que de seguro la «tuneará» de un modo que sea más favorable a esta libertad que consagra el artículo 20 de la Constitución. Recuerden en este extremo que ha sido recurrida por el fiscal.

Por todo he considerado oportuno consultar la opinión de maestros del periodismo, donde se encuentra mi amigo D. Andrés Chaves, que no duda en afirmar que nos encontramos en la peor época del periodismo, donde campa a sus anchas un escaso rigor, y no digamos el respeto a la actividad de los jueces y juezas en una instrucción. Así las cosas y justo cuando estoy a punto de terminar esta crónica, escucho y veo en la 1 de la tele española a una periodista informar de los Sanfermines, donde no duda en decir, mientras lo acompaña con movimientos espasmódicos, que, un corredor ha sido «atropellado» por un toro. Para muestra un botón. ¿no?

LOS LUNES CON JUAN INURRA – Periódico EL DÍA
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