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Hasta los tontos tenemos tope

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Todo tiene un límite. Hay límite en todas las artes –escribía Aristóteles–. Y es que hasta los tontos tenemos tope –como se escucha en una canción de Kiko Veneno-. Aparentemente nos hicieron creer que esos límites correctores los ejercía el Estado a través de las normas que nos dimos para convivir –leyes– y que aplicaban y ejecutaban los órganos judiciales –Juzgados y Tribunales–. Hoy nos damos cuenta de que eso no es así. Que solo se aplica a ciertos ciudadanos o ciudadanas. Que tenemos una ley selectiva. Que la Ley no es igual para todos. Eso es así. Y que habrá amnistía. Y si se lo preguntan al Tribunal Constitucional, este se pronunciará 12 años después de la consulta, más o menos, y su pronunciamiento poco o nada valdrá, porque lo hecho, hecho está. Y lo del referéndum ya se verá.

Aceptando que esta realidad es natural, hablando en términos darwinianos, que esté calando la crispación en la sociedad, que ha generado esta estúpida forma de hacer política en el año 2023. Asumiendo que hay que progresar en todo, este progreso no debe forjarse a base de insensatez, falta de decoro, respeto y ya no digo de conocimiento y formación. Aquí no me voy a extender sobre lo ocurrido en el tren de Valladolid a Madrid ni de las caricias que le propinaron al alcalde de Madrid por parte de los políticos de progreso y tolerancia. No hablo por saturación y por cansino.

He dicho en varias ocasiones que estamos gobernados por los últimos de la clase, todos aquellos que no se atrevieron a emprender, a generar una idea y ponerla en práctica. Aquellos que han usado la política como medio de vida. Aquellos que una vez dentro, conocieron el poder y las riquezas. Aquellos a los cuales no los echan ni con agua caliente. Aquellos que harán todo lo posible por mantener el estatus, los ingresos y el medio de vida que les proporciona lo público. Y los ciudadanos, les importamos un comino.

La semana pasada recordando cuando Coalición Canaria usó por primera vez su escaño para hacer posible la investidura de Felipe Gonzalez, almorcé con un ilustre político canario ya retirado. Uno de los que hizo posible una Canarias reconocible en la capital del Reino. Uno de los que en palabras de los políticos actuales «está anticuado» o «son restos del pasado que hay que superar».

Pues bien, yo pienso de otra forma. Que hay que beber de las fuentes del conocimiento y la experiencia para avanzar y progresar. Que conjuguemos tradición y vanguardia. Pero lo que quería traer a este texto es que en la tertulia de sobremesa me dejó claro que él nunca contó en sus filas con personas que no tuvieran una profesión solvente antes de entrar en política activa y mucho menos que ostentaran un cargo.

–Juan,me dijo el que coge un cargo sin tener un echadero, no hay manera de que deje la teta. Hará todo lo posible para seguir manteniéndose de lo público, ya sea pactar, cambiar de partido, sentido del voto o lo que convenga en el momento que toque. Y debes contar con la traición. Y todo lo camuflará delante de la opinión pública para hacerlo creíble. Continuó, ¿es lo mismo vivir en un pisito o en un casoplón después de estar en política?

Al final me recordó lo que en su día me dijo mi difunto padre, por aquellos inicios de los 90, y no es otra cosa que para permanecer y mantenerse en política debes llevar en un bolsillo una navaja afilada y en el otro un bote de vaselina. Hay días que meterás la mano en un bolsillo y otros días en otro. Feliz lunes.

LOS LUNES CON JUAN INURRA – Periódico EL DÍA
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